«Último aviso» 

Voy a salir a buscarte

y está vez no podrás poner 

estúpidas excusas de por medio.

Puede que no encuentre las palabras,

puede que muera de celos 

alguna que otra vez,

pero me será tan simple como eso:

Saldré a buscarte 

y ésta vez no me valdrá un sí a medias.

Ni un: «pero él me quiere», 

ni un: ¿que van a pensar de mí?.

Porque, ¿qué hay de ti?

¿Tú le quieres? 

¿Eres feliz?

¿Y qué piensas tú de ti misma?

¿Es que a caso todo eso no cuenta?

Está vez me será tan fácil como eso:

Voy a salir a buscarte 

y voy a reventar tu vida en mil pedazos.

Me importan una mierda las consecuencias

y quien se quede fuera de este juego.  
Y ahí, 

ahí empezerás a vivir de verdad. 

Y yo,

contigo. 

Contigo allí donde las apariencias no importen.

Experiencia: una semana sin smartphone. 

Bueno algunos me habéis pedido que contará mi experiencia de la semana que he hecho sin smartphone y eso es lo que voy a hacer. 

Ya os adelanto que es una entrada larga. 

 Aunque después del quinto día por motivos ajenos a mi voluntad empecé a usar el smartphone, aunque de otra manera y con unos límites bien definidos. 

Durante esos días el estar desconectado del smartphone fue como un regalo caído del cielo. Me sentí asombrosmente bien; despejado, sin ninguna ansiedad, me vi haciendo cosas constantemente. Pese a tener más dificultades para comunicarme con inmediatez con la gente vi que mis relaciones personales ganaban un extra al hablar cuando tocaba y no a lo largo de todo el día, al llamar más por teléfono, oír la voz de la gente. 

Llevando un móvil con lo justo, llamar y punto, cuando sales de casa sin nada que te pueda molestar, sin tener la sensación de llevar algo en el bolsillo que está pendiente de que lo mires para ver que «recompensa» encuentras esta vez y mantenerte conectado y enganchado. Esa sensación de libertad es insuperable. 

Parece triste que algo tan simple que hace unos años dábamos por hecho ahora sea un privilegio: el salir por ahí y, simplemente, desconectar de todo. 

La dinámica era simple, si necesitaba consultar algo tenía el ordenador, si tenia que hablar con alguien utilizaba Facebook y si era urgente llamaba por teléfono. De esta forma eliminaba completamente esos momentos en los que te ves perdiendo el tiempo sin hacer nada; ni lees noticias, ni hablas de verdad, ni haces nada con conciencia plena de lo que estás viendo en la pantalla. 
En la vuelta al smartphone, usé y sigo usando, una aplicación que te bloquea las apps por límite de tiempo, de horas totales de smartphone, bloquea completamente algunas apps…
Yo he dejado solo aquellas apps imprescindibles y les he establecido un límite de tiempo, Instagram 25 minutos, navegador 15 minutos, etc… 

Mi única forma de quitar el bloqueo total es quitando esa opción a las 4.30 de la mañana en un lapso de dos minutos o reseteando de fábrica el móvil ya que la aplicación no se detiene ni aunque reinicies el móvil. 

Mis medidas: La verdad es que esto me ha permitido hacer selección de aquello que es importante y lo que no lo es. 
Como medidas, a parte del bloqueo, he cambiado mi tarifa de móvil disminuyendo muchísimo los megas y aumentando al doble los minutos de llamadas. He eliminado suscripciones inútiles de mi cuenta de YouTube para ver solo aquello que me interesa, he eliminado mi página de Facebook la cual actualizaba cada muchísimo tiempo y desactivado temporalmente mi cuenta personal de Instagram para darme un respiro. 

A posteriori dejaré mi tarifa de datos a cero y pasaré mi tarjeta a un «card-phone» o «Dumbphone» que no son más que teléfonos «tontos» , para salir de casa sin smartphone. Me parecen una opción ideal, son muy compactos pudiendo llevarlos incluso en la cartera, la batería dura semanas, tienen apps de gestión como agenda, calendario o tareas y son muy económicos, por 20 euros tienes algunos de bastante calidad. 

En definitiva una experiencia muy gratificante y que te devuelve un tiempo muy valioso. La cual repetiré junto con mi pareja cuando los exámenes se echen encima. 
Mi recomendación personal para aquellos que quieren desconectar es usar dos teléfonos, un smartphone para cosas del trabajo sobretodo y un móvil clásico para los fines de semana, para estar con la familia o en el tiempo de estudio. 
Una cosa que quiero aclarar y de la que se habla mucho últimamente: no existe la «adicción al smartphone», no es el smartphone en sí lo que genera adicción sino la forma en la que está diseñado. Las aplicaciones, las notificaciones, los colores de éstas; todo eso forma un ecosistema adictivo e incluso destructivo. Consiguen que el smartphone sea una proyección de nosotros mismos, Haciéndonos creer que nos da solución a todas nuestras carencias. 
La soledad, la necesidad de ser reconocidos, las ganas de que nos dejen opinar y criticar… 

Ahí está el secreto de todo el ecosistema, hacer que pases el máximo tiempo posible en Facebook, Instagram, Twitter, Tinder…

Cuanto más tiempo quemes y tires por la borda más ganan ellos. 

Así de simple. 

Aplicación mencionada: Ubhind 

«víctimas»

Somos víctimas de la peor de las fieras;
disfrazada de domingos al atardecer,
de rosas rojas, que a veces,
tienen más espinas que pétalos,
de viajes al infinito sin salir de mi cuarto,
de marcas en la piel
que confundimos con tatuajes
de la propia vida pero que, en realidad,
no son más que profundas heridas
que nos resistimos a contemplar y aceptar.
De llamadas la madrugada de un viernes de verano que ahora recordamos con nostalgia y cierto dolor.
De intimidad y cigarros compartidos
bajo aquel porche que nos cubría
de la lluvia y aumentaba nuestras ganas de un momento solo para nosotros
ajenos a nuestro propio mundo.

Esa fiera que a veces te hace llorar
hasta que algo se desborda dentro de ti,
inundándolo todo;
dejándote empapado y desnudo.
Esa fiera que te hace sentirte tan feliz para después hacerte pagar con intereses tan inmenso regalo,
ése que tu siempre creíste
que venía caído del cielo.

Esa fiera,
de tanta fuerza
que es capaz
de moverlo absolutamente todo:
«Amor».

Poema de falso amor y posesión

«Poema de falso amor y posesión».

Él, que sin quererlo
le he construido al amor de su vida
una cárcel de rosas y miedo.
Un lecho de caricias y celos,
de posesión y amor.
Una cárcel en la que se oyen más
los gritos de angustia que de placer.

Él que se cree invencible,
que piensa que ahora ella
es más suya de que nadie
y no se da cuenta que hace mucho
que empezó a perderla para siempre.
Que el miedo y el control pesan más
que las ganas y la necesidad
de vivir una vida propia.

«No es tan malo, me quiere»- se engaña-.
Sin darse cuenta que hace tiempo
las rosas, al igual que ella,
empezaron a marchitarse
y ya solo quedan afiladas espinas.

Corre princesa
cualquier castillo
aunque no lo habite ningún príncipe
es mejor que esa cárcel.img_20170201_153157_783

«Horizontes» 

Por muy mal que haga las cosas,
por más que sienta que he fracasado,
por más que vea murallas
donde solo hay carreteras;
me bastará con mirar al horizonte
para saber que nada está tan mal.

Que hay solución
al peor de los problemas
y que, algún día,
volveremos a compartir
el mismo atardecer
y que éste no será el último.
Que hay demasiados días
para tomar la decisión
de ir a buscar
las mejores cosas
que has tenido en la vida.